Insomnio nostálgico

A pesar de horas en deuda a mi ciclo circadiano y cansancio acumulado no logro dormir, sólo percibo esa extraña sensación de confusión. Dando vueltas en la cama de un lado a otro no dejo de pensar que efectivamente la cuenta regresiva se acerca a su final. Será difícil asimilar los cinco días que quedan en casa, lo digo así porque al menos estaré fuera por los próximos tres meses. Estos días se han vertido de melancolía por lo que queda aquí; el hecho de pensar que se pasmará mi espacio, mi entorno, mi vida cotidiana... todo ello me mantiene despierto a deshoras, pareciera que trato de arrebatar el mayor número de momentos dentro de mi habitación, atisbando cada detalle que comúnmente pasa desapercibido, agudizando mis sentidos para poder conservar recuerdos con fidelidad que me acompañen a lo largo del viaje. A partir del viernes mi hábitat se verá reducido a los escuetos ocho metros cúbicos que nos brindará la Guarecita, quebrantaremos esa desgastante rutina tornándonos en cuatro nómadas con una dirección en común, el sur de nuestro continente.

Después de todo, ser humano me hace sentir melancólico y considero que no es malo, no obstante, debo de empezar a deslindar ese sentimiento y sustituirlo con esa apetencia de kilómetros en compañía de mis dos nuevos hermanos trepados en la Guarecita que tanto extraño. Si, lo sabré sobrellevar, estoy seguro que no me costará tanto trabajo. El simple hecho de figurar todos esos secretos que iremos descubriendo, que a cada revolución de los neumáticos se realiza de poco en poco nuestro sueño; es más, creo que ya me empiezo a liberar de esta nostalgia. Es el viernes cuando podré decir que no vivo de sueños ajenos, que juego con los protocolos para poder disfrutar de esa libertad que se supone gozamos. Ese momento cuando me despida de mis seres amados y me regalen su bendición, ese momento será el momento simbólico del despojo de mi vida habitual.

Mientras, aún queda tiempo….